Las plazas de mercado han sido desde siempre los más importantes centros de concentración humana diversa en sus costumbres, hábitos alimenticios, estratos o condiciones sociales y origen o procedencia.
No es nada nuevo decir que en las plazas de mercado se concentra el alma y la materia de la que está hecha un pueblo. Allí lo encontramos nítido, diáfano y elocuente. No hay ocultamiento posible, todo en una plaza es auténtico, desfila la tradición de un pueblo, mas no en vistosa o artificial y sofisticada pasarela.
Las plazas de mercado, en la historia, han sido escenarios arquitectónicos o campos abiertos con identidad. Civilizaciones, pueblos y ciudades se han reconocido por la plaza de mercado siendo este punto de referencia para propios y visitantes. En una plaza encontramos juntas y activas, a la orden y dispuestas, las artes y oficios que una sociedad necesita para mantenerse en pie, aún las proscritas en otros lugares de la ciudad. Ahi estamos todos. Ahí todos nos encontramos.